29.7.12

Cuando escribo.

Hacen ya muchas tristezas
y otras tantas alegrías
que no pueden silenciarme
ni el silencio ni los ruidos.
De no ser por el vívido
sonido del teclado
encontraría la vida
casi vacía.
Cuando revierto mi piel
para que mire hacia adentro,
cuando traspaso el espejo
para unirme a mi reflejo,
el vacío se satura
de abundancia.
Y cuando escribo retengo
el olor que tras la lluvia
sacia mi alma y renueva
mi afán eterno.
Se eclipsan los eclipses,
el insomnio se adormece
y aparece el extravío
perdido en el bosque.




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